Hoy 10 de Septiembre es el día internacional para la prevención del suicidio.
Hablar del asunto es algo que causa desde miedo hasta ira, tantos tabúes, tantos mitos. Para algunas personas es fácil comentar sobre temas con los que no están familiarizados; me gustaría recordarles que es falta de educación hablar con la cabeza vacía. He escuchado a tantos individuos debatir sobre la valentía y la cobardía que debe suponer el acto suicida en si mismo. Mientras escucho sobre sus propias reflexiones en torno a sus ideas referentes al acto suicida, yo reflexionaba sobre las mías propias, características propias de la contratransferencia.
Una persona en particular me hizo pensar en la ambivalencia ética del suicida. Por un lado es valiente para arrojarse de un edificio -por poner un ejemplo- y por otro lado es cobarde por solucionar sus problemas de una forma tan drástica; todo suicida no quiere afrontar sus demonios y cuentas pendientes. Casi la mayoría de suicidas llegan al punto culminante del suicidio por serios problemas, acusados por deudas, culpas, y vergüenzas. No hay suicidio sin éstas condiciones.
Pero también existen los que no son suicidas y que buscan en el acto suicida una forma de manipulación, de tal forma que no buscan quitarse la vida sino más bien llamar la atención a sus parientes cercanos, una forma de reclamo de atención. El asunto es que a muchos de ellos se les va el asunto de las manos y terminan realmente muertos. Y también los hay quienes no buscan la manipulación suicida y si buscan realmente la muerte.
El caso que aquí nos ocupa es el de los que buscan realmente la muerte y no de quienes a través de una neurosis declarada buscan la manipulación «histríonica» del acto suicida.
El suicidio desde una perspectiva psicológica es una perdida total de conexiones con el mundo real.
Cuando la muerte es una drástica solución, es porque el suicida no ve más salidas que las que sugiere el instinto o pulsión de muerte. La muerte en realidad es la nada, el vacío, lo blanco diría A. Green. Esto significa que no hay nada detrás de las posibilidades del suicida. Pero esto no es real. Lo que en verdad sucede, es que el suicida se ha quedado vacío, sin aparentes lazos con el mundo real, sin posibilidad ninguna.
Detrás de todo suicida se esconde más de las veces una depresión crónica, grave y profunda, organizadas por fuertes sentimientos de culpa y vergüenza tan típicas de ciertas organizaciones de personalidades patológicas.
El suicida está incapacitado para ver las soluciones que se encuentran a su disposición. Hay variopintos cuadros de psicosis, limítrofes , y adictos los que colorean los cuadros suicidas. El alcohol ha estado presente en el 22% de los casos suicida, las mujeres somos más proclives al acto suicida, sin embargo, los hombres son quienes toman la vía más efectiva para morir de su propia mano.
Una cosa que si es importante es que el suicida sabe a donde va. He escuchado en sin número de charlas de café, pláticas de comadres e incluso consultas médicas: «El suicidio no es una opción de un día para otro, de la noche a la mañana». Pienso igual que ellos; el suicida se va formando y el pensamiento suicida va tomando forma con el paso del tiempo y el agrandamiento de su propio problema.
La conexión al mundo real -propia de ciertos psicóticos- acelera el proceso. Esto no quiere decir que toda tristeza sea maligna. Incluso algunos psicoanalistas piensan que ciertas dosis de depresión son buenas incluso hasta para las personalidades mas normales. Yo pienso que si es verdad esta afirmación. La tristeza; base de la depresión, y sobretodo la pérdida de algún objeto, animal o persona que es típica base de todo duelo es en cierta forma una manera de replantearnos la vida. El problema es que las pérdidas y las tristezas afectan a nuestro narcisismo; y ésto si no es bien llevado, o mejor dicho sino hay con quién o como se soporte la pérdida el asunto puede desencadenar en una crisis depresiva grave.
En las depresiones hay una falta de solvencia de los impulsos que dificultan en el individuo ver las posibles salidas. El sujeto depresivo no puede “comprar” en el mundo real -por graficarlo de una forma sencilla- porque no dispone de “efectivo” de impulsos para intercambiar con los demás. El mundo real es un constante intercambio de impulsos y de deseos. Damos para recibir y así sucesivamente. La moneda de cambio en el ser humano es el deseo. El suicida no tiene ya nada que dar, porque se ha gastado sus reservas de deseos. Entonces nada lo ata a la realidad, el suicida ya no vive la realidad como los demás. Así se explicaría porqué el enamorado abandonado se suicida. Ella se ha llevado toda su reserva de deseos; pero no porque ella se lo haya robado, sino, porque él puso desmedidamente demasiado deseo, sobre pasó el interés en ella. ¿Y porqué él puso demasiado de todo esto en ella? porque su personalidad así le hace funcionar, tenía demasiada dependencia. Estos vínculos se hacen hasta los tres años de edad y son productos de la resultante del vínculo materno, del tipo y calidad de relación madre-bebé.
Hay impulsos de vida y pulsiones de muerte. Es otro tema pero tiene mucho que ver con el tema del suicida. Demasiada pulsión de vida y/ó demasiada pulsión de muerte llevan al suicidio. En las personas normales ambas pulsiones cohabitan y se sirven de contrapesos para mantener el equilibrio emocional. Como reflexionaba hoy ; ésto se ve venir y merecen una revisión terapéutica.
Existen varios indicadores que pueden ayudar a identificar cuando una persona está planteando el suicidarse.
Aunque hay que destacar que es importante la evaluación del contexto en que se dé este tipo de indicadores y estar claros en que nunca se puede tener la certeza del suicido a menos que la persona lo exprese como tal.
Entre los indicadores podemos encontrar:
- Frases como: «prefiero estar muerto» y «cuando me muera me extrañarás».
- Escribe notas a sus familiares o amigos basadas en pedir disculpas, dar instrucciones o acusar a alguien.
- Escribe un testamento o dona objetos de valor para él o ella.
- Pasa de un estado de ánimo a otro repentinamente (aislamiento, impulsividad, rabia).
- Bajas calificaciones.
- Problemas frecuentes en el trabajo, con la familia, en su vida personal.
- Abuso de sustancias (alcohol, drogas).
- Abandona los intereses, gustos o pasatiempos que antes le provocaban placer.
- Cambia hábitos de alimentación y de sueño.
- Provoca situaciones de riesgo innecesarias.
¿Qué se puede hacer ante una persona suicida?
ESCUCHAR, OBSERVAR Y AYUDAR:
- Estar a su alrededor.
- Controlar la posesión de armas y medicamentos.
- Cercar los puentes y ventanas.
- Preguntarle si ha considerado otras soluciones que no sean el suicidio y proponerle que piense en otras opciones, informándole que tú le ayudarás.
- Escuchar empáticamente (sin juzgar).
- Crear ambiente de apoyo, confianza, comprensión y aceptación incondicional.
- Preguntas abiertas para que exprese sentimientos y pensamientos.
- No hacerlo sentir culpable.
- Preguntar si existe riesgo de suicidio, intención de hacerlo o sólo lo ha pensado o cuándo llevará a cabo su plan (esto puede disminuir la ansiedad y evitar el acto).
Un profesional de la salud puede colaborar a que la persona reflexione y así pueda buscar otras opciones, por lo tanto siempre se recomienda iniciar un proceso terapéutico y psicológico.
Si algún día tú o alguien cercano a ti se encuentra en esta situación te dejo a la mano el número de CENTRO DE ATENCIÓN EN CRISIS: 3833 3838.
Dra. Abril Rios Alatorre.
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