Somos mujeres y si bien nacimos con la capacidad de parir, no sabemos lo que significa “ser mamá” hasta que nace nuestro primer hijo. Día a día vamos creciendo con nuestros bebés, nos adaptamos a su evolución y repetimos mil y una veces labores que antes no hacíamos y dependiendo de la edad del niño, puede que labores que antes tomaban un minuto hoy sean muy difíciles de realizar y eso a larga desgasta.

Nadie dijo que ser madre sería fácil, el amor abunda, pero las tareas del día a día terminan por colapsarnos y es ahí cuando hay que poner ojo y buscar ayuda, pues si bien somos madres no tenemos superpoderes, y al ser humanas como cualquiera, podemos caer en un profundo agotamiento.

El siguiente texto es un capítulo del libro: «Los padres perfectos no existen» de Isabelle Filliozat y habla precisamente de este tema…

El agotamiento materno:

«Tres asientos delante de mí, en el tren de alta velocidad, viaja una mamá‬ acompañada de sus dos hijos‬ que cada vez se va poniendo más nerviosa. De repente, levanta el tono de voz y dice en tono amenazador:

—vas a recibir!

Los demás pasajeros se miran, molestos… Nadie interviene. Ignoro lo que estarán haciendo los ‪niños‬, pero el nerviosismo de una ‪madre‬ sube un grado:

– ¡Ya lo verás, vas a recibir! Te lo has ganado! Decido abandonar mi lectura, y me acerco al trío:

– Se la ve nerviosa… ¿Necesita ayuda?
– No, gracias.
– Si…
Insisto con delicadeza.
– Sí, gracias, estoy agotada.

– Me instalé a su lado para jugar un poco con los niños. Mi mera presencia ya los había calmado. La intervención de un tercero siempre suaviza las cosas, a condición, por supuesto, de que no se dedique a echar más leña al fuego…

Cuando estamos agotados, no podemos pensar en todo a duras penas conseguimos atender lo más urgente. Aquella madre habia conseguido colocar a sus hijos y el equipaje en el tren, había pensado en proveerse de comida y bebida, pero había olvidado coger algo para que se distrajeran. Estaba extenuada y no contaba con los recursos necesarios para distraerlos.

Violaine Guéritault (*)dice: «Estaba llenando la lavadora mientras oía el ruido de fondo que armaban mis dos hijos al pelearse por enésima vez durante la mañana. De repente, se oyó un ruido tremendo seguido por los aullidos de mi hija. Y me quedé quieta, inmóvil, creo que pensé en algo así como “del suelo no pasa”, o “si grita, es porque aún está viva”. Entonces acaba de llenar la lavadora como una autómata. No sentía nada. Había dejado de pensar como una madre». Era el detonante.

Violaine Guéritault estaba preparando su doctorado sobre el burn-out profesional (* L’épuissement maternel et comnient le surrnonter, Violaine Guéritault, Odile J cob, 2004), e inmediatamente relacionó lo que acababa de vivir con su trabajo. En su oficio de madre, estaba atravesando por una fase de burn-out. ¡El ‪agotamiento‬ profesional no es exclusivo del mundo de la empresa, sino que también está presente en el hogar!

Los ‪padres‬ recién estrenados están expuestos a padecerlo. Todas las madres, hasta las que se muestran más serenas, tienen una vida cotidiana muy estresante. Una multiplicación de tareas repetitivas, poco o nulo reconocimiento respecto a su labor, horarios demenciales, un montón de situaciones que escapan de su control, imposibilidad de concentrarse en una tarea sin verse interrumpida al menos diez veces… ¡Las 24 horas del día y 365 día al año sin fecha de caducidad…! ¡Porque es imposible dimitir del oficio de madre!

Así pues, si los bebés‬ son tan maravillosos, ¿Por qué las madres se agotan tanto? ¿No será que la causa de su agotamiento resida, precisamente, en que no pueden quejarse de «lo maravillosa» que es su situación?

Violaine Guéritault establece la lista de los agentes estresantes en la vida de la madre:

• El trabajo materno implica volver a hacer mil veces las mismas tareas. Tiene que lavar y limpiar. Todo vuelve a estar sucio algunos minutos más tarde, privando a la ‪mujer‬ de ese sentimiento de tarea hecha que da sentido y energía al trabajo.

• Una madre vive numerosas situaciones sobre las que no tiene ningún control. Le gustaría ser capaz de proteger a su hijo de todo, pero a menudo se ve impotente. Y no sólo estamos hablando de accidentes o de percances que requieren hospitalización, sino también, en la vida cotidiana, de los cólicos del ‪lactante, de los dolores de la dentición o de las caídas cuando comienzan a caminar…

• Si hay algo que caracterice a los niños pequeños ese algo es la imprevisibilidad. Por mucho que la madre se planifique el día, lo más seguro es que sus previsiones acaben patas arriba. Justo en el momento en que sale para encontrarse con una amiga, cuando va a colocar al bebé en el carreola, se da cuenta de que tiene que cambiarle los pañales… Aunque seas muy organizada, tu pequeño acabará desestabilizándote el horario. No es nada raro que, al llegar la noche, algunas madres, sintiéndose abatidas, lleguen a pensar que «no he hecho nada en todo el día».

• Todo trabajo merece recompensa… No obstante, parecería que eso no se aplica al trabajo de madre. Se la idealiza y honra como es debido el Día de la Madre, pero en su vida diaria recibe muy poco reconocimiento por parte de los demás; para la gente, no hace más que cumplir con su deber.

• A todo ello hay que añadir que una madre no tiene derecho a cometer errores. Ella misma se pone el listón muy alto y, se desespera al comprobar la diferencia existente entre el modelo de lo que querría ser y lo que vive cada día.

¿Quién se encarga de apoyar a las madres? En el plano psicológico, la mayoría de las veces están solas frente al niño. En ocasiones, pueden acudir a alguna institución de las que se dedican a acoger a las madres y a los bebés durante unas horas, pero, por lo general cuentan con pocos lugares preparados para escucharlas. La inmensa mayoría de la gente prefiere creer que, para sentirse ‪felices y colmadas, les basta con estar junto a sus adorados y encantadores hijos. No quieren oír que a veces les entran ganas de estrangularlos, ó, quizá lo a quien deseas estrangular es a las otras personas que están sobre de ti y transfieres el sentimiento.

¿Y qué pasa con el marido?, pues que, cuando éste vuelve del trabajo, o bien ella no se atreve a pedirle nada por temor a que vuelva a salir pitando, o bien descarga sobre él tal avalancha de quejas, que el pobre hombre no sabe qué hacer con ellas. También puede suceder que su marido le conteste que ella no tiene que volver a trabajar, o que María, Consuelo, ó, quien sea —peor aún, su madre, es decir, su suegra—, sabe arreglárselas bien… En resumen, no se puede decir que la apoye demasiado.

En general, la mujer que se queda en casa se encarga de todos los quehaceres domésticos. En vez de intentar ayudarla para que no se canse en exceso, algunas veces el marido hasta espera que también se ocupe de él. «¿Una señora que nos ayude? ¡Ni pensarlo!», se dicen más o menos conscientemente las ‪mujeres. «Si mi madre podía con todo, ¿Por qué yo no?» Además, muchos ‪maridos no ven la necesidad de ese gasto «ya que no tienes otra cosas que hacer durante todo el santo día».

Reconozcámoslo, es indudable que cuando el reparto de las tareas del hogar no está equilibrado, el ‪amor que la madre siente por su hijo puede salir perjudicado.

¿Les parezco trivial? ¿Opinan que exagero? ¿O acaso son de los que creen que el amor de una madre no puede depender de la vajilla o del aspirador? ¡Pues yo afirmo que sí!

Demasiada ropa que lavar, demasiados suelos que fregar, demasiados platos que cocinar y lavar… Todo ello puede llegar a alterar la capacidad de amar de una madre.

De hecho, no es tanto la tarea en sí misma la que obstaculiza el amor como el sentimiento de injusticia. Una injusticia que rara vez se ve reconocida como tal. Una injusticia que se halla resumida en esta constatación cotidiana: cuando él le cambia el pañal al bebé, lo encontramos maravilloso, pero cuando lo hace ella, nadie la admira. Es lo «normal». Un hombre que, ejercía de padre de familia, un día me dijo: «Día tras día me doy cuenta de lo injustas que son las cosas para mi mujer. Si yo hago cien, me felicitan y me adulan, pero si ella hace mil, nadie lo ve». Este padre mostraba un grado de concienciación bastante excepcional tanto entre los hombres como entre las mujeres. Y hasta cuando dicha concienciación existe, lo normal es que la injusticia no desaparezca porque está grabada en lo más profundo de la sociedad. Con todo, también hay otros maridos menos sensibles que no consiguen ver el problema, y que hasta pueden llegar a desvalorizar, humillar y culpabilizar a sus mujeres cuando se quejan o no logran alcanzar sus objetivos.

En el hogar, muchas veces la mujer se ve obligada a reprimir ira: la relacionada con la frustración, con la injusticia, y a veces que le provoca la herida que le inflige un marido inconsciente cuando no poco delicado.

Las mujeres que viven solas tienen tantas dificultades como las demás. El rencor que se mantiene en secreto es lo que impide que florezca el amor, y no la falta de un hombre.

La sociedad espera que las mujeres sepan ejercer bien su papel, como si fuera algo innato. Tienen fama de ser buenas profesionales, mientras que algunos hombres no pasan de ser considerados meros aficionados. Pero la realidad es que no saben mas que los hombres. Bien es verdad que las mujeres secretan las hormonas del afecto y que llevan el biberón integrado en su cuerpo, pero en sus génes no hay nada escrito acerca de cuál es la mejor marca de pañales, de las vacunas o de las relaciones con los profesores. Por no hablar de que tienen que ir adaptándose continuamente. Con los hijos nunca puede darse nada por ganado: los niños crecen y cambian. Y no hay dos hijos iguales.
Al cabo de un cierto tiempo, la madre no puede más.

Violaine Guéritault describe muy bien la primera fase del burn-out: el depósito de energía se vacía. La madre padece agotamiento emocional y físico provocado por la necesidad de ir adaptándose permanentemente.

Si la madre no encuentra ayuda ni apoyo, si no puede liberar su sobrecarga de estrés, corre el peligro de llegar con bastante rapidez al segundo estadio: el de la despersonalización y el distanciamiento. ¡Ella sabe que tiene que seguir funcionando pero no sabe cómo! Su única salida consiste en separarse inconsciente y emocionalmente de la fuente del estrés, con el fin de minimizar las fugas de energía y de continuar realizando, como un autómata, las tareas de las que no se puede librar. La madre agotada se ocupa de su hijo, pero sin afecto. Lo hace, y punto. Todas nosotras hemos pasado por esos momentos de completo agotamiento. Hacemos lo que toca que hacer: preparar la comida, vaciar la bañera, quitar la mesa y acostar a los niños, pero todo de un modo automático

Cuando el agotamiento nos invade, ese modo automático se vuelve permanente. La madre se aleja cada vez más de sus hijos. Ya no está afectivamente a su lado. Cuando una madre se siente sola cae en la depresión. Es cada vez menos eficaz, todo le pide un esfuerzo inmenso y pone en duda sus capacidades. Ciertas tareas que antes llevaba a cabo, como telefonear o rellenar formularios, le parecen algo irrealizable. Poco a poco, se va deslizando hacia la tercera y última fase del burn-out. Gritos, golpes, castigos…, la madre hace todo aquello que nunca hubiera querido hacer a sus hijos, con el resultado de que, evidentemente, las cosas empeoran; es un círculo vicioso. La clase de madre que ve en sí misma, es decir, aquella en la que cree haberse convertido, está tan lejos de la madre con la que soñaba llegar a ser, que hasta puede llegar a preferir borrar de un plumazo todos sus proyectos. Después de haber perdido la motivación y con la autoestima por los suelos, reniega de todo lo que ha hecho, de todos sus logros, pasados, presentes y futuros.

Y aunque no todas las madres caigan en la depresión, una inmensa mayoría —por no decir todas— pasan por una fase fugaz, recurrente o prolongada de agotamiento, conozco algunas que han parado en «casas de descanso», sugerido por un psiquiatra, medicadas con antidepresivos y ansiolíticos.

El burn-out no aparece porque la mujer sea un ser más o menos frágil. Ni tampoco por el hecho de que el pasado de una mujer haya sido más doloroso que el de otra, sino que es el resultado de la interacción con su entorno. De nada sirve darle medicamentos, ya que no es a ella a la que hay que atender, sino a su entorno, que tiene que sufrir una remodelación. Asimismo, no es una patología exclusiva de las mujeres. Una pediatra suiza ha demostrado que a los padres les pasan exactamente las mismas cosas cuando son los que se quedan en el hogar para ocuparse de sus bebés.

En estas condiciones tan difíciles, es fácil comprender que a veces el vaso esté lleno y que los hijos hagan que rebose. Una madre agotada, invadida por el burn-out, se desvincula de su hijo. Cada vez consigue dominarse menos. Se ve a sí misma como si fuera una prisionera y se siente explotada por su hijo. Puede rebelarse contra las exigencias de este último, viéndolo como un tirano y llegado a odiarle por ello… Y a veces ese odio puede llegar a ser tan intenso que puede llegar a borrar sus sentimientos maternales. «Me absorbe por completo —decía Camilla—. No lo aguanto más. Es terrible decirlo, pero no siento nada por mi hijo. A veces me ocupo de él como si fuera un autómata, pero enseguida consigue sacarme de mis casillas. Si no hace inmediatamente lo que le pido, me vuelvo loca».

¿Acaso Camilla es una mala madre? «No es maternal», opina su suegra. Siguiendo mis consejos, Camilla volvió a trabajar y poco a poco fue volviendo a querer a su hijo. Ahora le encanta jugar con él. ¡Sencillamente lo que pasaba es que se hallaba en una fase extrema de burn-out!

Emociones reprimidas, autodesvalorización, alejamiento emocional, distancia afectiva, impotencia, frustración… ¡El cóctel es explosivo! Cuando una madre «se rompe» y maltrata a su hijo, toda la sociedad tiene que asumir la responsabilidad de ello, y no ella sola.»

Existen casos quizá más caóticos, cuando la madre no solo tiene que jugar el rol de ama de casa, cuidadora de los hijos y esposa; esas mujeres que tienen que salir todos los días de casa porque tienen empleo, donde en esta sociedad machista, la igualdad de género se aplica solo cuando les conviene. Es ahí donde a nadie le interesa si la mamá está tan congestionada de los pechos porque aún lacta a su hijo y no tiene ni un respiro y mucho menos un lugar intimo y cómodo para sacarse la leche, que tiene que buscar a escondidas el lugar menos apropiado e higiénico, como un baño, para realizar semejante acto circense; o que les vale un comino si la guardería no aceptó a su hijo porque tenía mocos y la pobre mujer se desplaza de una casa a otra tratando de encontrar quien cuide a su hijo por esas 8 ó 10 horas. Que como cualquier ser humano al llegar a su casa tiene ganas dormir, ver televisión o pintarse las uñas de los pies… Tiene que seguir con todos los demás roles que trae a cuestas.

Por supuesto que es cansado, hasta violento diría yo.

Espero el texto haya sido tan ilustrativo para ustedes como lo fue para mi, ya que pasé y aún estoy pasando por una fase de agotamiento que espero pase pronto, mientras tanto respiro profundo y sigo adelante…

Todos los días repito la oración de la serenidad a veces 100 veces y aunque no sean religiosos créanme que es un bálsamo que ayuda a tranquilizar el alma:

“Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia.

¿Cómo están ustedes? ¿Han pasado o están pasando por algo parecido?

Dra. Abril Rios Alatorre.

7 Comentarios. Dejar nuevo

  • Dra. Abril Rios Alatorre
    23 septiembre, 2014 5:31 pm

    Gracias por sus comentarios. Les comparto mi ubicación

    Lacandones #318, Consultorio 202 A, entre Tarascos y Toltecas. Fracc. Monraz. Guadalajara, Jalisco.
    1368-6352, 044 (33)1463-0221

    Ánimo mamás siempre encontraremos ayuda, solo tenemos que pedirla.

    Responder
  • Soy seguir de tu página doctora, este es el post que más me ha gustado, sin quitarles el valor a los demás, me gusta tú estilo de redacción, como charla entre amigos.
    Este es genial, dejaste en mi un nudo en el pecho, desbordas sabiduría, experiencia y conocimiento.
    Yo tengo una hija, no vivo con su madre, sin embargo estoy al tanto de ellas.
    Una vez a la semana yo me encargo al 100 de mi pequeña, una vez por mes me la quedo todo el fin de semana, así su mamá tiene un pequeño espacio para eso que tu dices, pintarse las uñas, arreglarse el cabello o salir a tomar un café o unos tragos con sus amigas.
    Me siento satisfecho de saber que a esa mujer a la que le tengo tanto cariño aún puede disfrutar de su vida, que mi hija, ni yo somos objetos tirados en su camino.
    Ojalá varios hombres lean esto y se pongan las pilas. Madre solo hay una y como dijiste en el post anterior: Detente Mamá, la niñez no se detiene.
    Felicidades. La escucho cada viernes en la radio.

    Responder
  • Yo pensaba que solo a mi me pasaba esto mi esposo no deja de decirme que la casa siempre esta como un establo que ya ni se le antoja llegar a la casa.
    no me entiende que no puedo hacer todo a la ves cada día estoy mas triste y mas cansada con ganas de no despertar y me pongo a pensar que si no me hubiera casado y no embarazado mi vida seria mas feliz.
    a veces estoy muy desesperada y no se que hacer por que siento que soy muy mala con mi hijo de tres años que es muy rebelde y no puedo controlarlo.
    usted me puede orientar, me gustaría mucho una cita con usted.

    Responder
    • La maternidad es algo hermoso Sofia, no es fácil, es enseñar a un ser humano como ser una persona. La mayoría hemos tenido estos pensamientos, no te desanimes y claro, con gusto estoy a tus órdenes para poder ayudarte en lo que pueda. Sigue luchando.

      Responder
  • Joselin Astorga
    23 septiembre, 2014 5:06 pm

    Me llamó la atención el título, luego vi que el post era muy largo, cuando menos esperé ya me había identificado con muchas de las cosas que escribe doctora, incluso no pude evitar llorar, porque es algo me está pasando.
    He tenido arranques de pánico y solo quiero salir corriendo, también últimamente tengo que tomarme una copa por las mañanas o por las noches para poder tranquilizarme. Yo no tomaba ni fumaba y ahora dependo de estas dos cosas para poder llevar la carga y siempre había sentido que soy mala madre y que nadie me entiende ni mi esposo ni mis hermanas ni mi mamá ni nadie.
    Digame donde puedo sacar una cita con usted para que me ayude por favor, por que ya no puedo mas.

    Responder
    • Joselin, tenemos varias formas de fugarnos y muchas reservas para perpetuar el huracán. Muchas de ellas son nocivas. Detecto en ti una gran carga de ansiedad. Si sientes que esto te está rebasando física y emocionalmente busquemos ayuda de inmediato. Ponte en contacto conmigo, puedo canalizarte con quién sepa ayudarte si es que tú y yo no alcanzamos las metas. Ánimo.

      Responder

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